Mañana, y mañana, y mañana de Gabrielle Zevin es, en esencia, una historia de amor, pero no en el sentido romántico. Es la historia del profundo amor y la larga amistad entre Sam y Sadie, que se conocieron de niños en la sala de juegos de un hospital infantil de California (Sam era paciente, al igual que la hermana de Sadie) y se unieron a través de los videojuegos. Tras un desencuentro, no se hablaron durante 6 años hasta que se encontraron en la estación de tren de Harvard Square (Sam estudiaba en Harvard y Sadie en el MIT). Tras reencontrarse y reavivar su amistad, deciden crear un videojuego juntos. Estamos en los años 90, así que tienen enormes y toscos ordenadores y disquetes con los que trabajar. Lo que sigue es cómo su relación se hace más fuerte y también más tensa a lo largo de los años de trabajar y dirigir juntos una empresa de videojuegos. Hay mucha alegría, dolor y tristeza.
Me encantó este libro. Crecí con muchos de los videojuegos que se mencionan a lo largo del libro, así que disfruté mucho de ese componente nostálgico. Pero, sobre todo, me encantaron los personajes. Los dos pueden ser frustrantes a su manera -en algunos momentos quería gritarles que simplemente HABLARAN entre ellos-, pero también son personajes con mucho cuerpo. También está el personaje de Marx, que se convierte en su socio y amigo íntimo. Realmente, es un libro precioso.
